Sin dinero, sin
familia y sin amigos a los que recurrir, Alessia tiene pocas esperanzas de
escapar del depredador en su hogar sin hacer nada drástico. Todo lo que quería
era un lugar seguro para llamar hogar. Con una tienda de campaña y algo de
equipo para acampar, está decidida a buscar refugio y un nuevo comienzo en la
vida en los tranquilos bosques de Oregón.
Había algo en su
bosque, algo que no pertenecía.
Jax Beranek es
un recluso rudo y cruel cuya poderosa presencia y lengua afilada esconden a un
hombre dañado que se ha rendido con el mundo. Es un hombre que no necesita ni
quiere a nadie. Tiene su cabaña, su paz y tranquilidad, y, sobre todo, la
soledad.
Entonces, cuando
encuentra a una joven muy poco preparada y cerca de que la maten en su bosque,
él le da una opción difícil pero justa: irse con su ayuda o ir atada y
amordazada encima de su hombro, pero de cualquier manera ella dejaba su maldito
bosque.
Sin embargo, era
el dolor, ese dolor familiar y desgarrador que reconoció demasiado bien dentro
de la mujer solitaria y de ojos tristes que golpeó un cordón de compasión que
no sabía que poseía.
Pero su ayuda no
sería gratuita: iba a poner a la pequeña vagabunda a trabajar.
Con sus días
llenos de arduo trabajo, sus discusiones de ida y vuelta y sus noches llenas de
sueño agotado en la cabaña segura y acogedora de Jax, Alessia finalmente pudo
respirar tranquilamente por primera vez en meses y olvidarse del monstruo en su
pasado.
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