Temple no esperaba enamorarse de la misteriosa jovencita con la que lo habían obligado a casarse. Ni podía imaginar que una banda de renegados irlandeses acusaría a su mujer de ser una de los suyos y que ella confirmaría sus odiosas acusaciones.
Ella, con el
corazón roto por la noticia de la muerte de su esposo, sobrevivió al cautiverio
y regresó a Londres con sus hijos, a la mansión familiar. Entonces comprobó que
todo había sido una mentira. Pero la alegría al descubrir que su amado seguía
con vida no duró mucho, ya que había personas dispuestas a hacer lo imposible
para evitar que lo convenciera de su inocencia.
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