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viernes, 16 de junio de 2017

Serie The Law of Moses

1. The Law of Moses

Si te digo de frente, justo en el inicio que lo perdí, será mucho más fácil para ti de soportar. Sabrás lo que viene, y dolerá. Pero serás capaz de prepararte.
Alguien lo encontró en una cesta de lavandería en el Quick Wash, envuelto en una toalla, unas cuantas horas de nacido y cerca de la muerte. Lo llamaron el Bebé Moses cuando compartieron la historia en las noticias de las diez, el pequeño bebé abandonado en una cesta en una sucia lavandería, nacido de una adicta al crack y esperado que tuviera toda clase de problemas. Imaginé al bebé crack, Moses, teniendo una grieta gigante que pasaba por su cuerpo, como si hubiera sido roto al nacer. Sabía que eso no era lo que el término significaba, pero la imagen se quedó en mi mente. A lo mejor el hecho de que estaba roto me atrajo a él desde el principio.
Todo pasó antes de que naciera, y para el momento que conocí a Moses y mi mamá me dijo sobre él, la historia era noticia vieja y nadie quería nada que ver con él. La gente ama a los bebés, incluso a los bebés enfermos. Inclusive bebés crack. Pero los bebés crecen para ser niños, y los niños crecen para ser adolescentes. Nadie quiere a un adolescente echado a perder.
Y Moses estaba echado a perder. Moses era una ley hacia sí mismo. Pero también era extraño, exótico y hermoso. El estar con él cambiaría mi vida en formas que nunca pude imaginar. A lo mejor debí haberme mantenido alejada. A lo mejor debí haber escuchado. Mi madre me advirtió. Incluso Moses me advirtió. Pero no me mantuve alejada.
Y así comienza una historia de dolor y promesa, de un corazón roto y sanación, de la vida y la muerte. Una historia del antes y después, de nuevos comienzos, y de infinitos. Pero sobre todo…una historia de amor. 


2. The Song of David

Dijo que era como una canción. Su canción favorita. Una canción no es algo que puedas ver. Es algo que sientes, algo con lo que te mueves, algo que desaparece después de que la última nota suena.
Gané mi primera batalla cuando tenía once años de edad y he estado tirando golpes desde entonces. El pelear es la cosa más pura, verdadera y elemental que hay. Algunas personas describen el cielo como un mar interminable de blanco. Donde se cantan coros y tus amados esperan. Pero para mí, el cielo era algo más. Sonaba como la campana al inicio de un round, sabia como adrenalina, quemaba como sudor en mis ojos y fuego en mi estomago. Lucia como el borrón de las multitudes gritando y un oponente que quería mi sangre.
Para mí, el cielo era el octágono.
Hasta que conocí a Millie, y el cielo se convirtió en algo diferente. Yo me convertí en algo diferente. Supe que la amaba cuando la vi pararse completamente quieta en el medio de una habitación llena de gente, gente moviéndose, animada, deslizándose a su alrededor, su recta posición de bailarina inflexible, su barbilla alta, sus manos sueltas a sus costados. Nadie pareció verla, a excepción de los pocos que pasaban apretadamente a su lado, lanzando exasperadas miradas a su cara seria. Cuando se dieron cuenta que no era normal, huyeron. ¿Por qué nadie la vio, y aun así fue la primera cosa que vi?
Si el cielo era el octágono, entonces ella era mi ángel en el centro de todo, la chica con el poder de derrotarme y levantarme de nuevo. La chica por la que quería pelear, la chica que quería reclamar. La chica que me enseñó que a veces los grandes héroes no son reconocidos y que las batallas más importantes son las que no creemos que podemos ganar.

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